lunes, 9 de junio de 2008

PASEOS POR LA LAURISILVA

Mi primer libro sobre setas lo compré en el Museo de Ciencias Naturales de Londres. Es una guía de bolsillo muy sencilla, escrita en inglés y donde con dibujos muy ilustrativos y llenos de colorido se describen las especies más conocidas del mundo tan sorprendente de setas y hongos. Es un libro que aún conservo y hojeo, el cual me aportó algunos conocimientos sobre las setas.
Me llamaba la atención los términos "edible" - "inedible" al final de cada descripción y que yo traducía siempre por : comestible o no comestible.
Un año por Reyes, mi marido me regaló unos tomos sobre setas cargados de fotografías que cada día hojeaba, pues mi preocupación era siempre una muy clara: ¿porqué unas setas en los libros decían que podían comerse y otras en cambio ponían que no?
Cayeron en mis manos libros muy diferentes: unos con fotos, otros con dibujos, uno de setas de La Rioja, otro de Cataluña, algunos regalo de mis hijos con fotografías de setas de Tenerife, etc. También leí muchas recetas de cocina elaboradas con setas y todo aquello que caía en mis manos de revistas y periódicos publicados que tenía interés para mi.
En fin, leía aquí y allá y mientras tanto cada otoño-invierno según se presentara de frio y lluvia, salía a coger setas, pero quiero aclarar que sólo comíamos "niscalos", y aquellas otras que venían en una cesta aparte eran observadas, estudiadas, miradas mil veces, comprobaba con los libros lo que creía que era y muchas veces pregunté a estudiosos y especialistas y también fuí a consultar a la Facultad de Biología de la Universidad de La Laguna para conocer el nombre y características de aquellas setas.


Me llevé alguna sorpresa con la "seta de los caballeros", pues cuando empecé a recolectarla (después de varios años cogiendo sólo "níscalos") creyendo que no había ninguna duda para poderla comer, aquel año, que fue muy bueno y abundaban en el monte de Agua García, entre tres o cuatro kilos de "setas de los caballeros", apareció un ejemplar que olía muy diferente, pero su color y tamaño era idéntico a "la seta de los caballeros". Se trataba de un Tricholoma sulphureum, que no es comestible.
Esto me advirtió y me enseñó que no hay que confiarse. Cada vez que cojo setas analizo una por una cuando llego a mi casa. Las limpio una a una y me voy asegurando bien de qué seta se trata.
También me sorprendió en una ocasión el parecido tan grande que hay entre un "cantharellus cibarius" y el "Higrophoropsis auriantiaca" que los cogí a cien metros de mi casa, pensando del segundo que era el primero.
Cuento todo ésto porque en estos últimos años cuando salgo con amigos o con mi familia al bosque, veo que hay mucha gente rastreando el terreno, a la ligera y cogiendo todo cuanto cae en sus manos y te preguntan: ¿ésto se puede comer, verdad?. Y te enseñan una bolsa de plástico con un montón de setas dentro mezcladas.
Se me ponen los pelos de punta. Se desconoce la riqueza del monte y se destroza la naturaleza viva y escondida entre pinares, brezos, fallas, laureles...y raices de árboles centenarios.
Tenemos que aprender a convivir con este bosque tan maravilloso, que nos aporta tanta belleza, sosiego, armonía , calidad de vida y cientos de setas. Unas comestibles y otras no.

1 comentario:

Dácil Melgar dijo...

Abuelita te quiero mucho. ¿Cuándo me llevas a coger setas? Adar.